El Museo de Arte Moderno Jesús Soto, inaugurado en 1973, es producto de la
labor colectora de este artista, maestro
del cinetismo, quien durante veinte años estuvo canjeando obras suyas con las de otros creadores del arte moderno.
Esa abigarrada colección, producto de los intercambios, es lo que se
ofrece al asombrado visitante para beneplácito del mundo artístico nacional e
internacional, pues se trata de un Museo como muy pocos en el mundo; por la
coherencia que presenta dentro de su variedad, se podría decir que es único.
Se representan allí los valores más relevantes
de las
artes visuales del mundo moderno: Kasimir Malevich, Kandinsky, Mondrián, Vasarely, Shofer, Pol Bury, Alejandro Otero, Cruz Diez, Jesús Soto (con una sala completa), Robert Jacobsen4, Narciso
Debrug, Calderara, Carreño, Terraza, Sobrino,
Sergio Camargo, Alberto Magnelli, Kinneth
Snelson, Georges Rickeyn, Natalia Gontcharova, Pavel Mansouroff, André Heaurtaux, Man Ray, Josef Albers, Jean
Tinguely, Fortunato De-pero, Jean Gorin, Lucio Fontana, Lajos Kassak, Michel
Seuphor, Henry Stazewski, Mauro Reggiani,
Sonia Delaunay, Serge Poliakoff, Theo Van Doesburg, Jean Arp, Hans Richter, Liubov Popo-va, Joannes ltten,
entre otros destacados en el arte de la
abstracción geométrica, cinética y estructural.
Soto
dijo en una ocasión que "éste no es un Museo". Se
refería al sentido que se ha hecho tradicional de inmueble para la exhibición
estática de las obras, sólo para contemplación e inamovilidad. De hecho, en el
pleno sentido de su intención original, el
Museo de Arte Moderno Jesús Soto no es simplemente un lugar de exhibición; es un centro de investigación y de acopio histórico de lo más jalonado del arte moderno. Un
Museo es un organismo que nos enseña
a ver y sentir, que nos enseña algo nuevo, ya sea creación
contemporánea o de una época anterior a la nuestra. Producto típicamente
humano, como es el arte, que refleja la permanente constancia de nuestra naturaleza en múltiples formas
Un interesante aporte de este Museo, en esta
tierra consustanciada con la naturaleza agreste del Orinoco, es que
nos enfrenta con un arte que perturba y reta hasta despertar conflictos
en busca de verdades. Las obras
que allí se exponen en constante renovación
no tratan de explicar, sino más bien
de plantear situaciones de percepción que puedan despertar en la gente
una nueva mitología, una nueva visión de la
naturaleza que revele cosas, a veces
ya existentes, pero quizás no vistas o figuradas con anterioridad.
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