El grupo étnico que se autodenomina
"gente de
canoa", Warao (Wa: canoa; aroa: gente) en su lengua,
posiblemente vio los barcos de Cristóbal Colón en 1498, en su
tercer viaje que lo llevó al golfo de Paria, por cuyas aguas estos
indígenas acostumbraban
navegar. Más tarde, a principios del siglo XVI, cuando los españoles comenzaron
a explorar el Orinoco y su
intrincado delta, aparecieron las primeras descripciones de los Warao,
pescadores habitantes de los caños y pantanos, y constructores de palafitos.
Hoy en día, los Warao se destacan por ser el segundo grupo étnico más
numeroso de Venezuela, después de los Wayúu
o Guajiro, con una población total de 19.573 personas, repartida en 363
comunidades, según el Censo Indígena de 1982. La inmensa mayoría de este grupo, compuesta por 17.654 personas, habita en
el Estado Delta Amacuro, mientras que los demás
viven al margen occidental del delta del Orinoco, en las tierras
adyacentes al caño Mánamo, en el Estado
Monagas, y aun se encuentran unos pocos más alla del río San Juan, en el
Estado Sucre.
En la región del delta, los
Warao se concentran en la faja costera de
unos 50-60 kilómetros de ancho, especialmente en el sector sureste, donde ocupan los caños, ríos y bocas del Departamento
Antonio Díaz. Sus muy características construcciones
palafíticas se levantan en la orilla de los ríos, paralelamente a éstos,
con sus
cocinas
sobre el agua y sus casas dormitorios más
adentro, todas unidas por un eficaz sistema de puentes.
En este mundo acuático, los Warao usan siempre sus canoas para cualquier
desplazamiento, ya sea salir a pescar, ir
a sus conucos, recoger materiales o
frutos silvestres, visitar otras comunidades, comerciar, o para enterrar
a sus muertos. La canoa es, pues, de gran
importancia en su cultura dado que una buena parte de la vida del Warao
transcurre sobre este medio de transporte.
Tradicionalmente, los Warao-se mantenían mediante un sistema de subsistencia basado en la pesca, la
cacería y la recolección de frutos silvestres.
Ha sido solamente a partir de la tercera década de este siglo que los
Warao comenzaron a sembrar, cuando el cultivo del ocumo chino fue introducido
desde Guyana y revolucionó su sistema de subsistencia. Hasta entonces la vida de los Warao se alternaba entre los
morichales y la orilla de los caños.
Desde sus rancherías en los morichales, los Warao se dedicaban
especialmente a aprovechar la palma moriche, principal e increíble recurso de este ecosistema, fuente de múltiples
productos y alimentos: del interior del tronco se extrae la fécula con
la cual se produce el almidón, el aru de
los Warao que los criollos llaman yuruma,
base de su antigua dieta; se aprovecha también el fruto alimenticio; el
corazón parecido al palmito; la savia; la
fibra sacada del cogollo, que sirve para
tejer chinchorros y cabuyas para
usos varios; la hoja para techar las casas; los peciolos para fabricar
arpones, boyas de pescar, velas de canoas, y escudos para el combate ritual; y
la corteza del tronco, con la que fabrican
los pisos de las casas y la hoja del azadón. La cacería del picure,
principalmente, y de la lapa y el
chigüire se realiza en general en los morichales, donde capturan también
el morro-coy y la iguana. Además recolectan
miel y frutos silvestres, y pescan
en los caños. La recolección de los cangrejos se efectúa en los meses de
invierno. Y cuando las aguas se vuelven más claras,
a finales del invierno, y ya están establecidos en sus rancherías en la orilla de los caños, los Warao,
equipados con nylon y anzuelos, arpones y
boyas, inician la temporada de pesca del pez morocoto y del bagre en los
grandes ríos y sus bocas.
El inicio de la agricultura
entre los Warao,
con
la introducción del ocumo chino, cultivo adaptado
a los suelos húmedos y anegadizos del
delta, contribuyó a que este grupo indígena comenzara a vivir más permanentemente en las márgenes de los ríos. El
ocumo, con el pescado, se convirtió entonces en la base de la dieta
Warao. En las partes más altas de los conucos empezaron
a sembrar, además, yuca, maíz, cambures,
plátanos y caña de azúcar. En el transcurso de las últimas dos décadas, los Warao se han dedicado a
cultivar principalmente arroz y maíz, para
su venta en el comercio. También venden su artesanía, cestas y chinchorros muy apreciados en el mercado
criollo. La implantación por el hombre
blanco de la industria del palmito extraído
de la palma manaca, en el delta, se basa en la cosecha por la mano de obra Warao, pero su
industrialización tiende a producir una sobreexplotación
ecológicamente nefasta de esta especie vegetal.
El represamiento recientemente efectuado del caño Mánamo, originalmente
destinado a aumentar la superficie de tierras agrícolas, ha tenido el efecto de reducir el caudal de las
aguas que fluyen por los caños del delta occidental, quedando éstos, en
los meses de verano, expuestos a la
penetración de aguas salobres desde
sus bocas. Como resultado, a las rancherías Warao de esta zona les faltó agua potable, con graves consecuencias para sus cultivos, y disminuyó drásticamente la pesca fluvial en esta área, por lo que el grupo indígena tuvo finalmente que
migrar aguas arriba para poder sobrevivir.
Otra muestra del avance del progreso, que a veces perjudica a estas
comunidades, es la reciente creación (1991)
en el delta central del Parque
Nacional "Mariusa", cuya extensa superficie inicial (550.000 hectáreas), con la que los Warao contaban
para conservar sus recursos,
tuvo que reducirse drásticamente, al ceder grandes
espacios para su explotación por la industria maderera y de palmito.
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