Venezuela posee recursos hidráulicos estimados
en un valor superior a 350.000 Gwh (350 millones de
kilovatios/hora), equivalentes a un potencial energético de aproximadamente 2 millones
de barriles diarios de petróleo. De estos cuantiosos
recursos, solamente el 15% representa la explotación hidroeléctrica actual,
la cual se
concentra principalmente en la Región de Guayana. De hecho,
Guayana aporta actualmente el 70% de la energía eléctrica que se
consume en Venezuela.
El empleo de la energía hidroeléctrica en sustitución
de la de origen fósil ha ido en desarrollo creciente en el país:
del 37% al comienzo de la década de 1970 a más del 65% a comienzos de la
década de 1990, desplazando progresivamente a la electricidad de origen térmico.
El uso
de energía eléctrica de origen hidráulico tiene larga
historia en el país. En 1896 se inauguró uno de los primeros sistemas de alumbrado
público que existió en Venezuela, entre las plazas Bolívar y
Miranda de la ciudad de Barquisimeto. La energía provenía de la planta hidroeléctrica del río
Turbio, que después resultó destruida en las
guerras internas de principios de siglo.
En 1897 entró en operación la planta El Encantado, aprovechando la energía hidroeléctrica del río Guaire para iluminar un sector del centro de la capital, entre la esquina de La Torre y la Cervecería Nacional. Se iniciaba así La Electricidad de Caracas, que llegó a tener una capacidad instalada de 18.500 kilovatios de energía hidroeléctrica entre las plantas de Los Naranjos,
Lira, Mamo, Caoma, Marapa, Curupao, lzcaragua y Naiguatá. En 1928 finalizó la
construcción del dique de Petaquire, el
primer embalse de regulación
existente en Venezuela, con una
capacidad de 2 millones de metros cúbicos. La ciudad de Maracay también se benefició de suministro eléctrico de
origen hidráulico desde fines de los
años 30, con las plantas hidroeléctricas de Pedregal, U raca y Choroní, que
poseían una capacidad conjunta de 8.200 kilovatios.
No obstante, desde finales de la década del 20
y hasta mediados del presente siglo, el desarrollo hidroeléctrico del país
sufrió una progresiva paralización, debido a la creciente proyección de
Venezuela como país productor de petróleo, el cual, por su bajo costo, favorecía
la implantación de centrales
térmicas.
En 1947 el Estado inició una serie de programas para construir, por
medio de la Corporación Venezolana de
Fomento, centrales hidroeléctricas
en las regiones de los Andes y Guayana. Debido a un informe de la firma norteamericana Burns and Roe, Inc., contratada por la C.V.F., donde se señalaban los cuantiosos recursos hidráulicos del río Caroní, el Estado venezolano conformó en 1953 la Comisión de Estudios para la
Electrificación del Caroní. En 1956 se inició la construcción de una central hidroeléctrica en el salto de Macagua. Las seis unidades generadoras de Macagua I entraron en funcionamiento entre 1959 y 1961. La represa, "a filo de
agua" -es decir, sin embalse para
regulación de descarga, dependiendo del caudal natural del río para su operación-, con una capacidad total instalada
de 370.000 kilovatios, se construyó a los fines de proveer la energía eléctrica requerida por la industria siderúrgica en la zona, que las plantas existentes de combustible diesel no podían proporcionar (véase La industria del
hierro y e/ acero).
En 1963 se constituyó formalmente, a partir de
su predecesora, la empresa CVG-Electrificación del Caroní, C.A. (EDELCA), con el objeto
de proseguir los desarrollos hidroeléctricos
en la Región, necesarios para
satisfacer el continuo incremento de
la industria siderúrgica, así como las
necesidades futuras de la proyectada industria del aluminio (véase La
Industria del Aluminio).
La
construcción de la central hidroeléctrica de Guri, que se
iniciaba inmediatamente en el Cañón de Necuima, 90 kilómetros aguas arriba de
Macagua, respondería así a la creciente demanda de energía
eléctrica del país, en respaldo de Macagua I, cuya operación dependía fundamentalmente de las épocas
de lluvia.
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