Los primeros descubrimientos de diamantes en la
zona se hicieron en las proximidades del río Surukún, al oeste de Santa Elena de
Uairén, iniciándose su explotación en 1913. Su aprovechamiento en mayor escala, sin embargo, empieza en 1937 con el establecimiento de las primeras empresas diamantíferas que operaron en
Venezuela. Tras una explotación en base a concesiones otorgadas por el Estado
durante aproximadamente una década, las
primeras empresas quedan inactivas al
establecer la Ley de Minas el sistema de libre aprovechamiento.
Esta actividad minera se lleva a cabo principalmente
en las cuencas de los ríos Caroní, Paragua, Chiveros, Cuyuní y Aro, destacando entre
otros los lugares de Caruachi, San Salvador de Paúl, Urimán, Icabarú y Santa Elena.
La minería
diamantífera, al igual que sucede con la del oro, carece de un eficiente
control por parte del Estado. Las cifras de la Dirección
de Minas del Ministerio de Energía y Minas
muestran una reducción significativa de la producción,
de alrededor de 1.200.000 quilates métricos en 1974 a algo más de 120.000
quilates para 1988.
El gran volumen que se calcula extraído y no registrado, con la subsecuente evasión fiscal, supone no sólo un problema para la economía regional, sino también para el equilibrio ambiental, por la destrucción de los suelos que acarrea la explotación indiscriminada de este recurso.
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