Guri no es sólo un prodigio de tecnología. Es también expresión plena de
la presencia del hombre en la naturaleza,
tanto en el despliegue de instrumentos para aprovechar sus recursos como en la manifestación de otros aspectos de la
cultura, que acompaña al hombre en todo lugar. Producto específicamente
humano, revelador de esa integridad
cultural, es el arte. Y Guri brinda una muestra a la altura de la
tecnología allí desplegada, a través de las
obras de algunos de los mejores artistas del país.
El arte en Guri no encuentra limitaciones de espacio.
Desde la magnificencia arquitectónica de la propia represa, incluyendo las instala-dones
y las imponentes Salas de Máquinas, en cuyo
interior las cúpulas de las gigantescas turbinas generadoras junto con
el policromado
Ii
neal
de las altas paredes configuran el espacio cinético
de Carlos Cruz Diez, hasta la majestuosidad
de los espacios abiertos exteriores, en los que la obra del hombre encaja armoniosamente en el marco de una naturaleza que no se aprecia hostil,
sino amiga.
La enormidad de los espacios interiores, en Guri, en los que el visitante
siente estar en inmensos salones de arte creados para el deleite de
privilegiados seres, se halla inmersa en esa otra
forma de arte no humana del medio ambiente exterior que es la naturaleza misma. La transición se realiza sin oposición de fuerzas. El hombre se ha hermanado con la naturaleza para hacer
el prodigio de Guri. El enclave humano en Guri
no representa un asalto a un mundo agreste y virgen, ajeno al ser
humano; es una continuidad. El hombre,
parte él mismo de la naturaleza, se halla allí con ella en permanente
fusión. La tecnología no es, en Guri, un
avance arrollador y destructivo del ambiente. Es el modo de transformación
de la propia naturaleza por intervención del
hombre. Este está presente en su plenitud: con sus instrumentos y
aparatos, con sus equipos e instalaciones, pero también con su cultura, con su
arte.
El enorme espacio cerrado de
las Salas de Máquinas, necesario para la
extración del eje de una turbina en
caso de mantenimiento o reparación, contiene las cúpulas policromáticas
que cubren los cabezales de las turbinas generadoras, en número de diez en cada sala. Las cúpulas de la Sala No.1 tienen
un diámetro de 7 metros y una altura
de 2 metros, con un peso de 3 mil 300 kilos
cada una. Son cromoestructuras de una sola pieza, apilables para facilitar los trabajos técnicos. El mural mayor de la Sala No. 1 es de 260 metros de largo por 21 metros de altura, con líneas de 30 centímetros de ancho, y se extiende
sobre un zócalo de gres negra de dos metros de altura. El techo, de color gris
pizarra, posee una batería de
lámparas de yodo dirigidas hacia los murales de inducción cromática y de color
aditivo. La Sala No. 2, más grande,
exhibe una fisiocromía, composición cinética que se modifica a medida
que el espectador se desplaza, de 400 metros de largo. Las cúpulas que recubren
los cabezales de las turbinas son aquí de aluminio cromatizado, y tienen 14
metros de diámetro por 3 metros de altura.
Esta segunda sala ha sido agrandada
ópticamente para realzar aun más su colosal tamaño, mediante una falsa
ventana al vacío desde la cual emiten su
luz unos proyectores de intensidad variable de colores rojo,
azul y verde.
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