miércoles, 19 de septiembre de 2018

SUELOS


Las estratificaciones edáficas de la Región se hallan diferenciadas en razón de las distintas condiciones climáticas e hidrográficas, y de los factores geológicos y geomorfológicos de cada zona. En términos generales, los suelos se carac­terizan como "muy ácidos" (con un pH que varía entre 4y 6), con altos requerimientos de nitróge­no para el desarrollo de cultivos; por lo común se trata de arenas, con granos de volumen grue­so a muy grueso, permeables y con baja capaci­dad de retención de materia orgánica, en las que ocurren procesos biológicos y bioquímicos muy complejos que afectan a los residuos vege­tales.
Los procesos pedogenéticos más comunes en la Región son la ferralitización y la podzoliza­ción. El primero, que resulta en la acumulación de diversos compuestos férricos y ferrosos por la acción combinada de los agentes bióticos y me­teorológicos sobre el terreno, en la que destaca el lavado por las aguas de lluvia, es propio de las áreas montañosas, en tanto que el segundo se localiza en los espacios más bajos y habitual­mente planos. Los elementos fundamentales que intervienen en este último proceso, que produce suelos blancuzcos o grisáceos confor­mados por una capa de materia orgánica sobre estratos de minerales orgánicos superpuestos a terrenos eluviales, son la temperatura, la lluvia y la vegetación, requiriendo para ello de una a­bundante acumulación de materia orgánica (lla­mada comúnmente "mantillo"). Los bosques producen el tipo de vegetación idónea para la podzolización, aunque ésta también puede ocurrir con menos intensidad en áreas de vege­tación baja.
Los sectores más elevados de la topografía guayanesa muestran suelos de altiplanicies y montañas, siempre asociados a terrenos rocosos y de laderas empinadas. En general, ocupan la mayor superficie de la Región, donde la ferraliti­zación es el fenómeno característico de forma­ción de suelos. Las elevadas precipitaciones de estas zonas contribuyen a la disolución del hie­rro y del manganeso presentes en los materiales que conforman el terreno, observándose colo­res como el rojo, amarillo, pardo-rojizo y gris. Las intrusiones graníticas tan abundantes en estas zonas de montañas constituyen otro aporte sig­nificativo a la formación de los suelos locales. Las rocas se desintegran por las marcadas dife­rencias entre las temperaturas diurnas y noctur­
nas que se registran en algunos lugares. El calen­tamiento y enfriamiento consecutivos son muy eficaces como agentes desintegradores, al ge­nerar rupturas y grietas en la superficie de las ro­cas, que aceleran su disgregación mecánica. Asi­mismo, debido a la lenta conductibilidad del calor en las rocas, el gradiente de temperatura del exterior al interior origina tensiones que pueden ocasionar procesos de descortezación (o de "exfoliación" como se los denomina). Las intensas lluvias, por otra parte, contribuyen a erosionar los componentes más frágiles de las rocas, cuya desintegración puede ser acelerada también por la penetración, en las grietas, de las raíces de las plantas que, al crecer, presionan, pudiendo causar su ruptura. Estos procesos con­tribuyen, de paso, a la formación de la bauxita y a la caracterización física y química de los suelos guayaneses.
En las zonas más bajas de la Región, la des­composición de la materia orgánica a nivel del suelo forma ácidos y otras sustancias con gran capacidad de disolución. Aquí los hongos de­sempeñan un papel muy importante, restrin­giendo a niveles mínimos la actividad bacte­riana, mientras el contenido orgánico resulta muy bajo en calcio, lavado por los altos volúme­nes de agua. Entre los podzoles se distinguen los de planicies temporales y perennemente hú­medas, que comprenden extensiones aluviales formadas a lo largo de los ríos más importantes, y los de suelos amarillos y grises, desarrollados en las divisorias bajas de los ríos que presentan breves inundaciones temporales. Deben men­cionarse además los de suelos arenosos y mal drenados de terrenos bajos y pantanos, y los suelos orgánicos; estos últimos sé observan en las cuencas alta y media del Orinoco y, sobre to­do, en la cuenca del Casiquiare-río Negro.
Los suelos de planicies erosionadas o are­nosas se relacionan, de igual modo, con hechos de podzolización, y comprenden la mayor parte de las sabanas -erosionadas o no-, así como las tierras del norte de la Región.
Las áreas planas no inundables, que presen­tan suelos de planicie sin erosionar, se encuen­tran conformadas por rocas graníticas del Escudo Guayanés, rocas intrusivas y sedimentos aluviales muy antiguos; sus suelos se pueden considerar de transición entre los suelos de tepuyes y montañas y los de sabana, y son propios de los piedemontes estabilizados del norte y centro de la Región.



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