Las estratificaciones
edáficas de la Región se hallan diferenciadas en
razón de las distintas condiciones climáticas e
hidrográficas, y de los factores geológicos y
geomorfológicos de cada zona. En términos generales,
los suelos se caracterizan como "muy
ácidos" (con un pH que varía entre 4y 6), con altos
requerimientos de nitrógeno para el desarrollo de
cultivos; por lo común se trata de arenas, con
granos de volumen grueso a muy grueso, permeables
y con baja capacidad de retención de materia orgánica, en las que ocurren procesos biológicos y bioquímicos muy complejos que afectan a los residuos vegetales.
Los procesos
pedogenéticos más comunes en la Región son la
ferralitización y la podzolización. El primero, que
resulta en la acumulación de diversos compuestos
férricos y ferrosos por la acción combinada de los agentes bióticos y meteorológicos sobre el terreno, en la que destaca el lavado por las aguas de lluvia, es propio de
las áreas montañosas, en tanto que el
segundo se localiza en los espacios
más bajos y habitualmente planos.
Los elementos fundamentales que
intervienen en este último proceso, que produce suelos blancuzcos o grisáceos conformados por una capa de materia orgánica sobre estratos de minerales orgánicos superpuestos a terrenos eluviales, son la temperatura, la lluvia
y la vegetación, requiriendo para ello
de una abundante acumulación de
materia orgánica (llamada
comúnmente "mantillo"). Los bosques producen el tipo de
vegetación idónea para la podzolización,
aunque ésta también puede ocurrir con
menos intensidad en áreas de vegetación baja.
Los sectores más elevados de
la topografía guayanesa muestran suelos de
altiplanicies y montañas, siempre
asociados a terrenos rocosos y de
laderas empinadas. En general, ocupan la mayor superficie de la Región, donde la ferralitización es el fenómeno característico de formación de suelos. Las elevadas precipitaciones de estas zonas contribuyen a la disolución del hierro y del manganeso presentes en los materiales que conforman el terreno, observándose colores
como el rojo, amarillo, pardo-rojizo y gris. Las intrusiones graníticas tan abundantes en estas zonas de montañas constituyen otro aporte significativo a la formación de los suelos locales. Las rocas se desintegran por las marcadas diferencias
entre las temperaturas diurnas y noctur
nas
que se registran en algunos lugares. El calentamiento
y enfriamiento consecutivos son muy eficaces como agentes desintegradores, al
generar rupturas y grietas en la
superficie de las rocas, que aceleran su disgregación mecánica. Asimismo, debido a la lenta conductibilidad del calor en las rocas, el gradiente de temperatura del exterior al interior origina tensiones que pueden ocasionar procesos de descortezación (o de "exfoliación" como se los
denomina). Las intensas lluvias, por
otra parte, contribuyen a erosionar
los componentes más frágiles de las rocas,
cuya desintegración puede ser acelerada también por la penetración, en las grietas, de las raíces de las plantas que, al crecer, presionan, pudiendo causar su ruptura. Estos procesos contribuyen, de paso, a la formación de la bauxita y a
la caracterización física y química de los suelos guayaneses.
En las zonas más bajas de la Región, la descomposición de la materia orgánica a nivel del suelo forma ácidos y otras sustancias con gran capacidad de disolución. Aquí los hongos desempeñan un papel muy importante, restringiendo a niveles mínimos la actividad bacteriana, mientras el contenido orgánico resulta muy bajo en calcio, lavado por los altos volúmenes de agua. Entre los podzoles se distinguen los de planicies temporales y perennemente húmedas, que comprenden extensiones aluviales formadas a lo largo de los ríos más importantes, y los de suelos amarillos y grises, desarrollados en las divisorias bajas de los ríos que presentan breves inundaciones temporales. Deben mencionarse además los de suelos arenosos y mal drenados de terrenos bajos y pantanos, y los suelos orgánicos; estos últimos sé observan en las cuencas alta y media del Orinoco y, sobre todo,
en la cuenca del Casiquiare-río Negro.
Los suelos de planicies erosionadas o arenosas
se relacionan, de igual modo, con hechos de podzolización, y
comprenden la mayor parte de las sabanas -erosionadas o no-, así como
las tierras del norte de la
Región.
Las
áreas planas no inundables, que presentan suelos de planicie
sin erosionar, se encuentran conformadas por rocas graníticas del Escudo Guayanés, rocas intrusivas y sedimentos aluviales muy antiguos; sus suelos se pueden considerar de transición entre los suelos de tepuyes y montañas
y los de sabana, y son propios de los piedemontes
estabilizados del norte y centro de la Región.
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