jueves, 31 de mayo de 2018

POTENCIALIDADES DE DESARROLLO REGIONAL

El inmenso territorio que constituye la Región de Guayana, todavía en su mayor parte despo­blado, requiere una ocupación progresiva fun­damentada en el aprovechamiento racional de sus recursos, en la conservación de los ecosis­temas y en la incorporación de las culturas indígenas al desarrollo del país.
Actualmente la situación geoeconómica de la Región se puede caracterizar por un notable predominio de las actividades del sector secun­dario (industrias siderúrgica y del aluminio, ge­neración de energía hidroeléctrica), y del sector terciario (servicios) como elemento generador de empleo. El peso específico del Estado Bolívar resulta definitorio del contexto regional en esta caracterización, mientras el Estado Delta Ama-curo y el Territorio Federal Amazonas presentan, en su conjunto, rasgos algo diferentes: la activi­dad de servicios es preponderante en estas dos entidades, y la agricultura se ubica en el segundo lugar de importancia.
La generación de empleo motiva una casi total concentración espacial en torno a las gran­des capitales de las tres entidades que conforman la Región: el eje Ciudad Bolívar-Ciudad Guayana concentra el 75% de las viviendas del Estado Bolívar, de acuerdo al Censo 90, y en el Estado Delta Amacuro y el Territorio Federal Amazonas el centralismo es mayor aun, al reunir sus capita­les, Tucupita y Puerto Ayacucho, más del 80% de la vivienda existente en estas entidades.
La producción regional está fuertemente orientada hacia el abastecimiento del resto del país, debido a que las actividades matrices se han desarrollado como enclaves con miras al establecimiento extra-regional, por lo que tal situación de productividad genera pocos enca­denamientos internos que impulsen el desarrollo de otros sectores.
En términos generales, el desarrollo regional deberá tomar en cuenta los siguientes aspectos:
Importancia geoestratégica de la Región: La implementación del eje de navegación de los ríos Orinoco-Negro-Meta-Apure ofrece enormes potencialidades de desarrollo. El transporte flu­vial será fundamental para la movilización de personas y bienes, y complemento esencial para el control de toda la Región, surcada por cauda­losos ríos. Las numerosas conexiones inter-fluvia­les brindarán, asimismo, la posibilidad de inte­gración con otros países del sur del continente.
Interrelación de actividades complementa­rias: La delicada interdependencia de los recur­sos naturales en Guayana configura ecosistemas muy sensibles frente a la intervención externa. La agricultura requerirá atención especial, debido a las características del bioma guayanés. Resulta indispensable implementar normativas en ma­teria de suelos y catastro para garantizar el éxito de las actividades que se emprendan. La gana­dería, dependiente de la existencia de pastos y forrajes, estará supeditada a la disponibilidad de espacios adecuados para esta actividad. La co­bertura vegetal es un factor clave en la conserva­ción de los valores escénicos. El aprovecha­miento forestal de la Región, por ende, exige el diseño de estrategias conservacionistas y un adecuado manejo de las reservas madereras que permita la protección de esta materia prima. Su explotación racional requiere la construcción de una infraestructura de apoyo, con helipuer­tos, torres de observación, campamentos y mue­lles que aseguren una adecuada administración y control. La pesca y la caza de las especies permitidas deberán implementarse bajo un sis­tema de vedas, con controles que garanticen el mantenimiento del equilibrio inter-especies. La actividad minera, muy especialmente, requiere la implantación de medidas estrictas que impidan la destrucción de los suelos.
Estas labores, cuando se han ejecutado in­discriminadamente en el pasado, han tenido como consecuencia el empobrecimiento de líneas fluviales importantes para el sistema hi­drográfico regional. Entre los daños característi­cos se cuentan la destrucción de las cabeceras de los ríos, siendo las zonas más afectadas el Alto Orinoco, el Alto Caroní y el Alto Cuyuní, y el creciente volumen de sedimentos arrastrados por las aguas, que daña la cobertura vegetal, creando espacios desérticos en lugares que antes fueron de nutrida vegetación.


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